Viernes 29 de Octubre. Néstor Kirchner murió antes de ayer. Yo tenía mi cabeza llena de otras cosas: exámenes para rendir, mi sobrina a punto de venir al mundo. En ese momento, no había llegado a procesar las imágenes y las voces. Miércoles a la mañana, por motivos que no tienen nada que ver con esto, pasé la noche casi sin dormir. Me pareció que había sido de madrugada cuando sonó el teléfono. Yo no atendí. “Cinco minutos más, que atienda otro.” “Murió Kirchner”, alcancé a escuchar. Lo primero que pensé fue “inverosímil”, “es mentira”, “qué fanático jode a esta hora de un día feriado para decir semejante pelotudez”. Pero no pude resistirme. Me levanté. Encendí la tele y los medios apenas se animaban a confirmar la noticia. Más tarde, como si fuera en cadena nacional. Era verdad.
Jueves todo el día, miles de personas haciendo cola para entrar en la casa rosada. Una vieja se descompensó. Los chicos se acercan llorando para tocar el ataúd. Maradona. Tinelli. Amarillismo y luto. Una señora hizo diez horas de cola para agradecerle porque no le habían rematado su casa. Otro por la ley de celíacos. Otro por el matrimonio igualitario. Asueto y duelo en la facultad. Del otro lado, decenas de mails proponiendo teorías del complot. “Se pegó un tiro, no, lo mató Magnetto, se peleó con Moyano, era borracho, otro Yabrán…” Qué antagónico. Entrego mi parcial. Suena mi celular: está por nacer Vicky. Cómo tarda el 65. Me tomo un taxi. Tienen fama de fachos los taxistas, pero no. Éste no lo era. Lloraba. Lloraba escuchando a Fontova por Radio Nacional.
Este tipo despertó pasiones y antagonismos. Eso seguro. Hay sentimientos. De un lado y del otro.
Pero, ¿cómo se hace?
Odié a Perón. Odié a Perón porque nos domesticó. Nos dijo “el pueblo siempre tiene la razón” para después chistarnos “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Pero hay que reconocerle, está vivo. ¿Cómo lo hizo?
Puta madre, ¿cómo nace semejante mito? Y lo más importante, ¿cómo lloran las personas a un ex presidente como si fuera un ser querido? ¿Cómo se construyen identidades colectivas, subjetividades tan fuertes, tan perdurables en la política? ¿Qué papel juegan los afectos?
Tengo la obligación, deontológica casi diría, de saberlo.
¿Cómo era…? Encontré esto que había escrito alguien hace unos años. Y tuvo la buena idea de compartirlo:
“La pregunta es: ¿cómo se produce el efecto de creencia ideológica que permite la identificación con una causa? (…) Lo que está en juego en el campo del discurso no es sólo la coherencia simbólica o la clausura del significado, sino que lo que permitiría la identificación socio-política es el hecho de que los discursos proporcionan al actor social una forma de goce. A partir de estos planteos trataremos de dilucidar el rol que juega la dimensión afectiva en la construcción de las identidades políticas.
[Empecemos por el principio:]
“Con la división del trabajo los sectores liberados de la tarea de producir los medios necesarios para satisfacer sus necesidades tienen la posibilidad de forjarse una imagen del lugar que ocupan en el mundo y de sus relaciones con los otros. Pero estas representaciones resultan distorsionadas dado que se forjaron con independencia de las condiciones materiales de existencia. “Ellos no lo saben, pero lo hacen” –dice Marx.
“Zizek se va a preguntar dónde radica el carácter ideológico de nuestras creencias, si en el “saber” o en el “hacer”. Invirtiendo el punto de vista “habitual” que ubica lo ideológico en el saber (“no lo saben, pero lo hacen”), sigue a Althusser cuando propone pensar que lo ideológico estaría operando en las prácticas mismas. Las prácticas que desarrollamos cotidianamente para producir nuestra vida, incluido el modo en que intercambiamos mercancías no se altera por el hecho de “saber” cuál es su funcionamiento. “Ellos lo saben, –dice Zizek– pero aún así, hacen como si no lo supieran”
“Dijimos antes que Marx explica el hecho de que las condiciones materiales se expresan de un modo “distorsionado” en la ideología. Para Althusser no son las condiciones materiales las que se expresan en la creencia ideológica, sino la relación imaginaria que mantenemos con dichas condiciones. Vivimos en la ideología. Lo que se nos escapa es el “mecanismo” mediante el cual llegamos a creer en esto o aquello (su propio funcionamiento). Nos reconocemos como los autores de nuestra creencia, pero desconocemos el proceso inconsciente por el cual la creencia nos constituye como sus sujetos.
“Althusser afirma que lo que asegura el funcionamiento de la ideología es su estructura en forma de espejo. (…) Ahora bien, la interpelación siempre es en nombre de un Sujeto (con mayúscula) que es quien dirige el llamado. El individuo debe reconocer que es a él al que se le dirige el llamado, debe identificarse como su destinatario. Pero al mismo tiempo debe identificarse con alguna característica o rasgo del Sujeto que formula el llamado para poder tomar a su cargo el mandato: debe “poder contemplar” su propia imagen en el Sujeto para identificarse con la Causa que le ofrece. Esta estructura especular garantiza que los sujetos se sometan “libremente” a las órdenes del Sujeto y que asuman el “papel” de sujeto ideológico.
“Como vimos, la ideología interpela al individuo constituyéndolo como sujeto, y de este modo le brinda las “razones” para asumir las tareas que le corresponden desarrollar en función del lugar que ocupa en la división técnica y social del trabajo. Para que un individuo se reconozca como sujeto en el discurso ideológico debe figurar él también “en persona” entre los significantes del discurso. Debe “poder verse” en el discurso de la interpelación. Así se produce el “efecto de reconocimiento” mediante el cual el sujeto asume como propio un discurso “que le viene de afuera”. Pero aquí se produce automáticamente un cierto “desconocimiento”. En el momento en el que el individuo interpelado se reconoce como sujeto en el discurso ideológico, “desconoce” que es ese mismo acto de reconocimiento lo que hace de él aquello en lo que se ha convertido. Pasa por alto que él es el resultado de un proceso, y de este modo, cae en la ilusión de ponerse como autor de “su” discurso, creyendo encontrar en sí mismo el origen de sus palabras y las razones que las sostienen (“yo sé muy bien lo que digo”).
“Para Althusser lo que se expresa en la creencia ideológica es la relación imaginaria que mantenemos con las condiciones de existencia. No hay una realidad anterior a “la realidad”, y lo que llamamos “la realidad” se constituye en y por la ideología. El sujeto se integra a una cierta “realidad” a partir de la internalización de la estructura doblemente especular de la ideología y del juego de identificaciones con la propia imagen y con la imagen del Sujeto que le devuelve el discurso ideológico. Esta integración, como vimos, se realiza de manera plena. Ahora bien, la distinción entre “la realidad” y “lo Real”, le permite a Zizek afirmar, por contrario, que la “internalización” nunca se logra plenamente. Sin embargo, lejos de obstaculizarla, la falla [en la interpelación] es la condición misma de la plena sumisión del sujeto. (…) El sujeto aparece en el discurso ideológico representado por un significante que connota un conjunto de propiedades supuestamente “reales” en las que se reconoce. Ahora bien, la ilusión correspondiente al proceso de la interpelación consiste –dice Zizek– en una “inversión” mediante la cual el sujeto asume esas propiedades supuestamente “reales” como reales (como propiedades intrínsecas, inseparables de su ser).
“En realidad es el sujeto el que presupone al Sujeto como Absoluto en el momento de aceptar su sujeción, lo hace existir como tal. De este modo, el sujeto siempre logra su identidad a través de una nominación radicalmente contingente y mediante la fijación a un significante, carga un mandato que es arbitrario. De este modo, el sujeto se enfrenta a un interrogante: “¿por qué soy lo que se supone que soy, por qué tengo este mandato?” (“¿por qué soy… un maestro, un amo, un rey, [y yo agregaría: un militante]?”). El sujeto es atrapado por el Sujeto mediante un secreto que se supone está oculto en él. Por supuesto, a pesar de las “razones” y la coherencia simbólica que pueda ofrecer el discurso ideológico, el Sujeto no tiene la respuesta para esta pregunta. De la operación de interpelación queda un residuo de “sin sentido” que no se integra al sentido ideológico. Este “plus” –dice Zizek— es lo que sostiene la dimensión afectiva, de goce, propia de la ideología. Según Braustein el goce remite a la experiencia originaria y mítica de satisfacción plena a la que se debió renunciar tras el ingreso al lenguaje. El deseo, entonces, puede ser pensado como el “motor” que reanima constantemente el recuerdo de esa vivencia fundamental.
[Pero…] ¿Deseo de qué? [De reconocerse como completo, de pertenecer a algo] de recuperar la plenitud.
“Retomemos lo que decíamos sobre el resto de “sin sentido” que sostiene la dimensión de goce propia de la ideología. Este resto, dice Zizek, “abre el espacio para el deseo y hace al Otro (el orden simbólico) incongruente”. (…) Frente a la pregunta “¿qué que quiere el Otro” (“Che vuoi?”) y la incapacidad de traducción de ese deseo del Otro en un mandato con el que identificarse, el sujeto recurre a un argumento imaginario que llena esa brecha. Zizek encuentra aquí el papel de la fantasía. La fantasía es una “pantalla” que ocupa/oculta el lugar que falta en el orden socio-simbólico y por lo tanto permite reintegrar imaginariamente el goce perdido. (…) Pero los argumentos que la fantasía ofrece son representaciones imaginarias de la relación con la experiencia de plenitud, nunca coincide con la experiencia misma.
“En En torno a lo político, Mouffe discute con quienes desde una visión pospolítica defienden una forma consensual de democracia y se niegan a reconocer la dimensión antagónica constitutiva de lo social. El deseo de una sociedad “reconciliada”, “más allá del antagonismo”, “revela una falta total de comprensión de aquello que está en juego en la política democrática y de la dinámica de constitución de las identidades políticas”. Para Mouffe, la naturaleza de las identidades colectivas implica que siempre haya una discriminación entre nosotros/ellos. No se trata de superar la confrontación mediante el consenso, sino de construir política democrática en términos de confrontación entre “adversarios”. Considera crucial desentrañar el papel que juegan las pasiones en la política, (…) donde la confrontación adquiere la forma amigo/enemigo y el oponente pasa a ser percibido como un enemigo que debe ser destruido. Zizek nos permite pensar además que el discurso de la anti-política reintegra imaginariamente algo del goce perdido bajo la creencia de que la completud de la sociedad se alcanza “eliminando” al otro que no nos permita ser plenamente nosotros mismos.
“(…) Pero hay algo que se pasa por alto y que es el carácter inerradicable de la dimensión conflictual de la vida social.”
Vuelvo a Perón. Decía Daniel James, si mal no recuerdo, que el peronismo es la inversión de la jerarquía social, es el acto herético de ocupar los espacios públicos, la aceptación gozante de una puesta en escena artificial de la actividad política. El peronismo inviste al sujeto político de una profunda afectividad. Lo reconoce, lo ama, lo reivindica y reafirma sus valores “plebeyos” como estilo de vida. Le devuelve como un espejo la imagen que él mismo tiene de sí. Reclama su derecho al ascenso social pero a la vez lo domestica y lo subsume. Es profundamente anti- Revolucionario, creo. El peronismo nunca pudo haber existido sin el conservadurismo degradante de los años 30. Como el kirchnerismo no hubiera sido lo que es, valga la redundancia, sin el neoconservadurismo neoliberal de los 90.
Murió Kirchner. Rico. Soberanamente millonario. Rodeado de gente valiosa que lo llora, pero también de burócratas asesinos.
Nació Vicky. Y yo sí, hoy, y por eso, creo que vale la pena llorar de amor.
(Gracias, Ernesto.)
___
Bibliografía:
Schtivelband, E. (2008). "El papel de los afectos en la construcción de las identidades políticas". Buenos Aires. Mimeo.
"Me pides palabras y yo las diré: desde el instante en que aprenda a no darte nada". Paul Auster
viernes, 29 de octubre de 2010
lunes, 11 de octubre de 2010
Qué dicen los ganadores del Nobel de economía
Contextualizando el pensamiento
McCall caracterizó la decisión de la búsqueda del trabajo en términos de salario de reserva, es decir, el salario más bajo que el trabajador está dispuesto a aceptar. La estrategia óptima del trabajador es simplemente rechazar cualquier oferta del salario más baja que dicho salario, y acepta cualquier oferta superior.
El salario de reserva puede cambiar en un cierto plazo si algunas de las condiciones asumidas por McCall varían. Por ejemplo, un trabajador que no puede encontrar un trabajo por un largo período de tiempo pudo perder habilidades, en cuyo caso conseguirá peores ofertas. El salario óptimo de reserva del trabajador declinará en un cierto plazo. Por el contrario, el salario de reserva también declinará en un cierto plazo si el trabajador recibe gradualmente dinero mientras busca empleo. El salario de reserva también diferenciaría a dos trabajos de diversas características; es decir, funcionará como diferencial que compensa entre diversos tipos de trabajos. Asimismo, una mayor variación en las ofertas puede hacer prolongar la búsqueda ya que el trabajador tendrá esperanzas de recibir una oferta más alta.
Mc Call equipara el proceso de búsqueda laboral a la experiencia en un casino: cuanto más tiempo se pase jugando ante una máquina tragamonedas, más se aprenderá sobre la distribución de recompensas que ésta ofrece.
Por qué los premiaron
Desde los años 90, muchos economistas han estado trabajando para integrar la búsqueda laboral en un modelo teórico macroeconómico. Mortensen, Diamante y Pissarides desarrollaron su análisis de los mercados de búsqueda laboral imperfectos y difundieron la llamada “teoría del emparejamiento”, en cuyo marco la tarifa en la cual se forman los nuevos trabajos influye en las decisiones de la búsqueda de los trabajadores y en las decisiones de las firmas a ofertar nuevas vacantes del trabajo. La clave está en que el proceso de búsqueda involucra unos costos de tiempo y dinero que impiden que oferta y demanda se correspondan, lo que genera imperfecciones. Este argumento respalda a su vez la hipótesis de que al haber un solo resultado que se pueda considerar como el mejor (encontrar empleo por sobre el salario de reserva), el Estado tienen la potestad de buscar la forma y manera con las que limar las imperfecciones del mercado laboral. Los investigadores diseñaron un modelo matemático llamado DMP (por las iniciales de cada uno) que incorpora las características del mercado laboral (nivel de salarios, existencia de seguro de desempleo, tipo legislación laboral) para obtener indicadores y predecir la evolución futura de las tasas de desempleo.
Una de las conclusiones a las que arriban, siguiendo a Mc Call, es que un sistema de cobertura social "generoso" para quien ha perdido el empleo tiende a elevar el desempleo y aumenta la cantidad de llamados “parados de larga duración”.
Guarda con lo que premian.
Menos información en:
http://www.elpais.com/articulo/economia/Nobel/Economia/premia/estudiosos/desempleo/elpepueco/20101011elpepueco_6/Tes
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1313878
McCall caracterizó la decisión de la búsqueda del trabajo en términos de salario de reserva, es decir, el salario más bajo que el trabajador está dispuesto a aceptar. La estrategia óptima del trabajador es simplemente rechazar cualquier oferta del salario más baja que dicho salario, y acepta cualquier oferta superior.
El salario de reserva puede cambiar en un cierto plazo si algunas de las condiciones asumidas por McCall varían. Por ejemplo, un trabajador que no puede encontrar un trabajo por un largo período de tiempo pudo perder habilidades, en cuyo caso conseguirá peores ofertas. El salario óptimo de reserva del trabajador declinará en un cierto plazo. Por el contrario, el salario de reserva también declinará en un cierto plazo si el trabajador recibe gradualmente dinero mientras busca empleo. El salario de reserva también diferenciaría a dos trabajos de diversas características; es decir, funcionará como diferencial que compensa entre diversos tipos de trabajos. Asimismo, una mayor variación en las ofertas puede hacer prolongar la búsqueda ya que el trabajador tendrá esperanzas de recibir una oferta más alta.
Mc Call equipara el proceso de búsqueda laboral a la experiencia en un casino: cuanto más tiempo se pase jugando ante una máquina tragamonedas, más se aprenderá sobre la distribución de recompensas que ésta ofrece.
Por qué los premiaron
Desde los años 90, muchos economistas han estado trabajando para integrar la búsqueda laboral en un modelo teórico macroeconómico. Mortensen, Diamante y Pissarides desarrollaron su análisis de los mercados de búsqueda laboral imperfectos y difundieron la llamada “teoría del emparejamiento”, en cuyo marco la tarifa en la cual se forman los nuevos trabajos influye en las decisiones de la búsqueda de los trabajadores y en las decisiones de las firmas a ofertar nuevas vacantes del trabajo. La clave está en que el proceso de búsqueda involucra unos costos de tiempo y dinero que impiden que oferta y demanda se correspondan, lo que genera imperfecciones. Este argumento respalda a su vez la hipótesis de que al haber un solo resultado que se pueda considerar como el mejor (encontrar empleo por sobre el salario de reserva), el Estado tienen la potestad de buscar la forma y manera con las que limar las imperfecciones del mercado laboral. Los investigadores diseñaron un modelo matemático llamado DMP (por las iniciales de cada uno) que incorpora las características del mercado laboral (nivel de salarios, existencia de seguro de desempleo, tipo legislación laboral) para obtener indicadores y predecir la evolución futura de las tasas de desempleo.
Una de las conclusiones a las que arriban, siguiendo a Mc Call, es que un sistema de cobertura social "generoso" para quien ha perdido el empleo tiende a elevar el desempleo y aumenta la cantidad de llamados “parados de larga duración”.
Guarda con lo que premian.
Menos información en:
http://www.elpais.com/articulo/economia/Nobel/Economia/premia/estudiosos/desempleo/elpepueco/20101011elpepueco_6/Tes
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1313878
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