sábado, 24 de abril de 2010

Bauman, Zygmunt, Legisladores e intérpretes.


Guardabosques convertidos en jardineros
Para explicar las transformaciones de la cultura popular en la transición hacia la modernidad y el rol de los intelectuales en dicho proceso, Bauman introduce la metáfora de los guardabosques y los jardineros.
La cultura pre- moderna sería similar a un bosque en la medida en que los sectores populares –productores de formas “silvestres”- aún conservan el poder de reproducir sus propias prácticas y, por lo tanto, sus agentes de control social ejercerían la mera función de guardabosques, quienes sin alterar radicalmente el crecimiento del sistema ni pretender llevarlo a un estado ideal, establecen y vigilan sus límites.
La modernidad exigió que los guardabosques del Estado- Nación se transformaran en jardineros adquiriendo nuevas calificaciones que los hicieran capaces no sólo de supervisar, sino de diseñar y construir la cultura popular de manera planificada, expulsando de ella determinadas prácticas que se consideraban “malezas” y que ponían en evidencia la fragilidad del orden impuesto. En palabras del autor “en todo jardín hay una sensación de artificialidad precaria” (intelectualmente, el orden social se redefine como producto de la convención humana). Aquí juegan operaciones de generación de nuevas reglas, de demarcación de tiempos y espacios considerados “aptos” para el desarrollo de las prácticas culturales populares, así como también la separación entre la razón y las pasiones (en dos sentidos: hacia el interior del individuo y entre dos clases de individuos). La dimensión pasional pasa a ser entendida como “lo salvaje” y “lo peligroso”.
Un ejemplo de cómo funcionan este tipo de operaciones en la época es la transformación del fútbol. En la etapa premoderna constituía un juego con pocas reglas en el que intervenían poblaciones enteras sin límite prefijado de tiempo ni espacio. Habitualmente era un pretexto para la festividad y un tema de discusión en la plaza pública. Hacia mediados del siglo XIX, las clases dominantes inglesas comienzan a introducir paulatinamente reglas de funcionamiento destinadas a eliminar la violencia sobre las personas y los bienes. Del mismo modo se aplicaron reglas para el control del tiempo y el territorio con el objeto de a evitar la suspensión de las actividades comerciales; hasta que finalmente el futbol se convierte en el deporte emblema de las escuelas formadoras de elites dirigentes. Vemos aquí una sucesión de operaciones que podríamos sintetizar en el tránsito represión- transformación- apropiación.

De las pasiones y la razón.
El espíritu hobbesiano, así como la pavorosa imagen de un “estado natural”, son productos de la mentalidad incipiente de una época. En la misma línea filosófica, un “contrato social” era el único marco donde podía considerarse la cuestión del orden una vez problematizada. En esta nueva percepción de la relación entre sociedad y naturaleza, el hombre moderno se encontró con la oposición entre razón y pasión, la cual para Bauman fue desde el comienzo mucho más que una posición moral: contenía intrínsecamente una teoría de la sociedad. Pero las pulsiones antisociales (“que no saben de distinciones entre lo correcto y lo incorrecto”) no podían manejarse exclusivamente mediante la voz de la razón, fue necesario que el conocimiento mismo se convirtiera en un afecto. Es en este punto en que la religión -y más específicamente la eficacia de la prédica de la fe como el camino de la salvación- jugaron un papel fundamental. Fue necesario también incorporar motivaciones sociales que excedieran el mero interés por el bienestar individual. En "La Genealogía de la Moral", Nietzsche describió perceptivamente esta relación de categorías y puso de relieve el mecanismo que atribuye signos positivos a determinadas características del comportamiento humano en función de la dominación social:

“Eran los mismos, es decir, los nobles, poderosos, magnánimos y de elevada posición, quienes dictaminaban que tanto ellos como sus acciones eran buenos, esto es, pertenecientes al rango más alto en contraposición con todo lo que era bajo, vulgar y plebeyo. Fue únicamente este pathos de distancia el que los autorizó a crear valores y darles nombres nuevos (…) El concepto básico siempre es noble en el sentido jerárquico y de clase, y a partir de él se desarrolló, por necesidad histórica, el concepto de bueno, que engloba la nobleza de ánimo y la distinción espiritual. Este desarrollo tiene un paralelo estricto con el que finalmente convirtió las nociones de común, plebeyo y bajo en la de malo.” (pp. 160- 162)

Es decir que el efecto perlocutivo más importante del discurso de la razón contra las pasiones fue la recaracterización de los pobres como “clases peligrosas” que debían ser controladas para impedir que destruyeran el orden social, junto con la reformulación discursiva de su modo de vida como “producto de la naturaleza animal” en conflicto permanente con la vida iluminada de la razón. De este modo, la cultura popular adquiere el signo negativo de las prácticas ilícitas por medio de una operación de clausura y exclusión. Fue necesaria una verdadera cruzada cultural por parte de clérigos, filósofos y científicos, así como también una larga represión política, para ordenar la vida diaria de los súbditos en función de nuevo Estado Moderno. Bajo el régimen de la monarquía absoluta las personas ya no eran libres de usar sus cuerpos y debían refrenar constantemente los impulsos sexuales y emocionales; sus costumbres fueron rebautizadas con el nombre de “supersticiones”. El desprecio por los hábitos populares irracionales y grotescos -ahora identificados como provenientes de campesinos no educados- fue tal vez el único punto de acuerdo entre las diferentes iglesias, los filósofos y los científicos. Existía en ese momento un modelo general de comportamiento válido en todas partes, un modelo inaccesible para las masas populares a las cuales, sin embargo, se exhortaba a imitarlo.
Nos indica Bauman que es sensato suponer un vínculo íntimo entre el modelo general de comportamiento cultural y el nuevo tenor estadístico y demográfico del absolutismo: todas las personas legales eran unidades esencialmente idénticas para el estado, “su sujeción al poder supralocal exigía que sus tonalidades particularistas fueran recubiertas con la pintura universal de la ciudadanía”. La tesis de Bauman (citando a Muchembled) propone que ya hacia finales del siglo XVII estaban dadas las condiciones para el posterior nacimiento de la cultura de masas.
Siguiendo con la metáfora del autor, la transformación de guardabosques en jardineros condujo finalmente a la división irrecuperable entre los agentes y los objetos de las iniciativas sociales, entre el derecho a tomar la iniciativa social – el cual era reclamado por la clase dominante sólo para sí misma- y el ser sujeto pasivo de dicha práctica. Esta tensión explica el despliegue espectacular de poder en la magnitud y esplendor de las fiestas públicas en el siglo XVIII, para entonces ya obra de “profesionales”. El gobierno de los “conocedores” y del “conocimiento” se constituyó en la nueva fuerza dirigente.
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Bibliografía:
Bauman, Zygmunt, “Introducción” y “Guardabosques convertidos en jardineros” en Legisladores e intérpretes, Bernal, UNQUI, 1997.

1 comentario:

  1. Espectaculares tus resumenes tanto de Bajtin como de Barbero y Bauman, estoy estudiando Cultura Popular y me ayudaron muchisimo, despeje algunas dudas importantes que tenia respecto a cada uno, que lastima que no encontre a De Certau "La belleza de lo muerto" es un texto muy rico de analizar!
    muchas gracias!
    florencia

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